Por Marina C. Valera Regús
La prensa
escrita se ha hecho eco de una reciente disposición del Ministerio de Medio
Ambiente y Recursos Naturales, la Resolución No 0016/2021 que dispone la
implementación del Plan de Acción para el Rescate del Parque Nacional Valle
Nuevo, pendiente desde su emisión en septiembre de 2016. Por este medio,
queremos unirnos a las voces que apoyan esta importante medida del Gobierno en
defensa de Valle Nuevo, nuestra Madre de las Aguas.
De igual manera es importante que se haya
hecho pública la emisión de dicha resolución, de manera que la población pueda
estar al tanto de las medidas que toma el Ministerio entorno a la situación del
agua, especialmente por la importancia vital que reviste la estabilidad de este
recurso. Sobre todo por la desinformación que a nivel general tiene la
población y los ciudadanos comunes sobre la procedencia del agua, sobre las
áreas protegidas y sobre el rol que juegan para una vida de cuya estabilidad
muchas veces no tenemos consciencia sobre su origen.
Abordar la problemática del manejo de la
naturaleza en relación a los procesos productivos que de ello se derivan crea
una discusión muy amplia y con muchas aristas, mucha tela por dónde cortar,
muchos problemas que vienen de atrás sin resolver, o que se han agravado por
otras situaciones. Pero el punto hoy no es ése. El punto es que estamos
llevando la fuente de nuestros recursos vitales al límite crítico de
supervivencia de especies o del equilibrio ecológico que los sostiene, QUE NOS
SOSTIENE. Ahí tenemos el ejemplo del pez loro, que ha ocupado espacios de
prensa últimamente. Esto significa que debemos tomar medidas.
La prohibición de la agricultura y la
ganadería intensivas en los parques nacionales o áreas protegidas es una buena
medida. De hecho, me parece que no debería haber estos procesos productivos en
ningún lugar de alta montaña donde exista bosque nublado. Sencillamente porque
nuestra producción y suministro de agua depende de la estabilidad ecológica de
esos bosques, de la vegetación, de los árboles, y de los “palos malos”, esos
que no dan frutos, pero que producen el agua que necesitamos para vivir.
Hoy en día contamos con medios tecnológicos
muy avanzados. A pesar de que en los campos el acceso pudiera ser limitado,
pero existe la conectividad, el acceso a internet, información y toda la
chulería de la modernidad. Pero seguimos implementando prácticas de producción
agropecuarias que no van acordes con la sostenibilidad y el cuidado de los
ecosistemas. Aun consideramos que no es posible producir en abundancia si no
desmontamos el bosque y llenamos la tierra con semillas. Craso error. Es todo
lo contrario. Y no se puede decir que no se tiene acceso a la información sobre
qué práctica llevar a cabo y cómo implementarlas de acuerdo a las
características del lugar donde llevemos a cabo nuestros procesos productivos.
La silvicultuta, la producción silvopastoril,
la agroforestería y forestería análoga, la agroecología, la agricultura
orgánica, la agricultura regenerativa, todas son prácticas de producción
agropecuaria que toman en cuenta los ciclos ecológicos que servirán de soporte
al proceso productivo a implementar y lo harán más eficiente y productivo. No
haré mención a las causas del temor a su implementación, porque todos sabemos
que se trata de razones puramente económicas, pero que olvidamos que son a
corto plazo. En el largo plazo, lo que provocan es lo que tenemos ahora:
disminución de los caudales hídricos en nuestros ríos. Que por eso es que
tenemos que pelearnos con Haití por el agua del río Masacre, ellos en su territorio
no pueden tomar su agua, pero nosotros en el nuestro sí podemos deforestar su
cuenca para disminuir su caudal, y que no haya agua ni para ellos ni para
nosotros, qué bonito, eh? Esto es un paréntesis.
Pues por eso es que está muy bien que se
prohíba la producción agropecuaria en las altas montañas. Los bosques nublados
lo que deben producir es el agua que necesitamos para vivir. Para consumir
podemos producir más abajo. Y siempre con prácticas de conservación de suelos y
en pendientes que no provoquen erosión de los suelos. Incluir también técnica
de regeneración de suelos, procesamiento de residuos orgánicos para su uso en
la fertilización.
No estamos inventando el agua tibia, lo que
debemos es hacer conciencia de que se inicia la tercera década del siglo XXI y
vivimos en un territorio isleño vulnerable al cambio climático que nuestra gula
ha provocado. Evitemos una debacle ambiental, y los nietos lo agradecerán
Fuente: Proteger Valle Nuevo es proteger el agua | Acento
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