Presento algunas consideraciones relacionadas a los
planteamientos hecho por el señor Faustino Collado en el artículo citado, sobre
la resolución 000048 del Ministerio de Salud, que obliga a la ciudadanía
presentar una tarjeta de Vacunación para tener derecho de visitar espacios
públicos y privados.
Establezco, de entrada, que en los primeros tres párrafos el señor Collado incurre en un error al usar el concepto salud colectiva, y en términos políticos asume una postura opuesta al derecho de levantar un discurso crítico y de resistencia contra dicha medida en el marco de un Estado social democrático de derechos.
Al efecto, afirmar que “la salud colectiva representa un interés general situado por encima del interés particular de los negacionistas de la vacuna contra el Covid-19”, adolece de precisión conceptual, como podemos observar en los términos usados por el connotado intelectual y especialista en la materia Jaime Breith, al definir el concepto de salud colectiva.
Breith,
en la obra Epidemiología crítica. Ciencia emancipadora e interculturalidad,
plantea que la salud colectiva es un “instrumento clave de la práctica social,
que corresponde a todo ese vasto conjunto de prácticas y saberes que pone en
marcha una sociedad para conocer su salud y transformarla y no se reduce, por
tanto, a sus expresiones institucionales, ni peor aún a los servicios
asistenciales de la administración pública”.
El
concepto de salud colectiva usado por Breith, es el empleado por las personas
calificadas por Collado de “negacionistas” de la medida de obligatoriedad de la
inoculación de sustancias experimentales- y de las que nadie se hace
responsable- olvidando su ignorancia conceptual en la materia y las personas
especialistas en el área.
Vale
decir que, el concepto Salud Colectiva implica múltiples criterios, como son,
por ejemplo, el dominio de información de calidad de la población sobre los
sectores vinculados y no vinculados al interés de la salud pública y en
relación a las tramas visibles e invisibles de su abordaje, como podría haber
en el manejo de la pandemia.
Este
criterio es uno de los más valorados por los supuestos “negacionistas” quienes
pretenden que la sociedad sepa hacia dónde se dirige la política del gobierno
contra la pandemia, qué gana y qué pierde o podría perder, y con ello evitar
que incurra en estado de Ceguera de conciencia y o que sea objeto de
manipulación y de engaño.
De
singular importancia es el criterio de la ética cuyos valores y principios
forman parte de la declaración universal sobre Bioética (UNESCO, 2005) y de
otros códigos éticos médicos que prevén protocolos al aplicar políticas de
Salud Colectiva, y en particular, en situaciones de epidemias y pandemias, y en
que los derechos de personas, de manera individual, han de estar en primer
plano.
El
señor Collado, al no utilizar correctamente el concepto de Salud Colectiva,
justifica la violación de los derechos humanos y fundamentales de personas, es
decir, el trato arbitrario del gobierno al aplicar medidas generales ajenos a
los destinatarios de los derechos humanos, sus sujetos titulares, los
individuos, los seres humanos. Y es que no puede entenderse la existencia de
derechos humanos si no tienen como objetivo la defensa y desarrollo de todos y
cada uno de los individuos que pueblan la tierra, uno a uno considerados.”
(Jáuregui,1998).
El
señor Collado obvia un criterio epistémico en salud Colectiva, al atribuirse un
poder de análisis e interpretación, apoyado en un supuesto marxismo científico,
¿en Epidemiología y en pandemia especialmente? Convencido de su poder
científico marxista en el área de salud, califica “religiosos fundamentalistas”
a quienes levantan el discurso de salud colectiva en defensa y desarrollo de
todos y cada uno de los individuos que pueblan la tierra, uno a uno
considerados, como sostiene Jáuregui, ya citado. Collado plantea que “los
marxistas, como científicos sociales transformadores nos diferenciamos de los
religiosos fundamentalistas y sus explicaciones basadas en lo acientífico y el
individualismo”. El atrevimiento de juicio en el que incurre el señor Collado
en nombre de la ciencia de la salud, no puede ser mayor. Con tal atrevimiento
echa por tierra a epistemólogos en el área de salud como Juan Samaja y Jaime
Breilh.
Una
posición como la de Collado se asemeja a las de los epistemicidas,
justificadores de la violencia del racionalismo y los saberes sometidos, solo
porque quien los desvaloriza se asuma desde una postura “académica científica”.
Estos usan una hermenéutica que oculta la trama de los intereses en la
investigación, en el conocimiento, en el pensamiento, en su difusión y uso. En
este caso, se valida la imposición de saberes por encima de los mismos derechos
de las personas, de grupos y naciones particulares, y de acuerdos
internacionales consensuados y ratificados internamente.
Los
epistemicidas no cuestionan las estrategias usadas por las industrias
farmacéuticas para que la población sea vacunada ni cuestionan sus saberes y
errores, y mucho menos el poder de estas sobre los gobiernos a imponer medidas
de fuerza a la población para que se vacune, sin dar lugar al uso de
inteligencias científicas reflexivas, múltiples y experimentales de cada
sociedad. Tampoco se detienen a analizar los factores que han conllevado a la
población a dudar, resistir y desconfiar de estas medidas impuestas nacional e
internacionalmente.
Finalmente,
expreso que, por razones desconocidas, el señor Collado, experto en el tema de
la democracia y activista comprometido en la promoción de su valor, defiende
medidas coercitivas del Estado contra la población.
De
manera sorpresiva, Collado le da una importancia a un “Estado” que en otros
escenarios ha descalificado, apoyado en caducas teorías del derecho del Estado
de ser el gran ente cohesionador y coercitivo o represiva. Recojo, en
este caso, la preocupación de expertos en Ciencias Sociales quienes bajo un
enfoque moderno de sociedad y de derechos humanos hacen la pregunta siguiente:
¿Con qué
criterio ético político puede ese Estado”, aplicar medidas coercitivas
violadoras de los derechos humanos? El Estado ha de definir planes de salud colectiva,
integrando a todos los sectores, donde el criterio fundamental sea lograr el
bienestar social de la población, lo que hace que la sociedad, de manera
individual y colectiva, le vea importancia y sentido a la planificación y la
ejecución de políticas públicas en salud, aún en medio de las peores amenazas
de vida por eventos inesperados o no previstos, como la pandemia del
coronavirus.
Visto
lo anterior, pienso que la postura planteada por Collado tiene el interés de
dividir la sociedad entre pro y anti vacunas, ese es un camino fácil para
estigmatizar y excluir sectores de la población. De lo que se debe tratar es,
de aportar a los debates que tiendan a desenmascarar los intereses detrás de
las arbitrariedades y los autoritarismos y desenmascarar las tramas que
utilizan las élites para dividir al pueblo, manipularle y controlar sus
recursos y sus voluntades para que no se constituyan sujetos agentes de su
propia salud Colectiva.
Fuente: La salud colectiva como derecho humano – El Desahogo Dominicano (wordpress.com)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario