Por Fortune Modeste Valerio
A
raíz de la Guerra Fría y «concluida esta», el imperialismo norteamericano
desató una despiadada cruzada de exterminio de revolucionarios y
comunistas en América Latina y el Caribe, en particular nuestro país. La crema
y nada de nuestra juventud fue asesinada en forma sangrienta y cobarde. Los
que sobrevivieron, están vivos para contarla.
Se
dice que para la época había instalado en República Dominicana cerca de 500
agentes de los organismos de inteligencia y seguridad de los Estados Unidos. Un país, año 1970, con un poco más de 48 mil Kilómetros cuadrados, 4,000 454 habitantes en 747 765 viviendas; en 26
provincias¹. Es decir, teníamos un agente gringo por cada 96Km² en todo el
territorio nacional.
El país fue
considerado, por el imperio, de alta peligrosidad. En peligro de caer en las “garras
del comunismo ateo y disociador”. Su penetración, influencias y control de casi
todas las actividades de la sociedad, le sirvió de globo de ensayo para extender
sus tentáculos de muertes en el resto de la región. Las dictaduras, golpes de Estado,
asesinatos, desapariciones y deserciones, dominaron el escenario regional.
El capitalismo en su fase superior, el imperialismo, es implacable. No perdona. No solo cuenta con el plomo para la eliminación de sus adversarios, poseen también un arma más efectiva, silenciosa y mortal: convencerte por la buena y acepte el capital como tu salvador. Las dos formas le ha dado excelentes resultados en nuestro país.
Convencerte por la buena es parte esencial de la lucha ideológica. Si no está muy bien amueblado, cae como una guayaba podrida. Eso de amueblado es relativo, porque hay que no sirven ni para echarlo a los perros. Ustedes pueden observar en su alrededor, ya no están los aguerridos, come plomo, compañeros que servían de estímulos
La despiadada embestida imperial fue mal enfrentada, señalado ahora en forma de reflexión, provocando una estampida terrible. Ahí hubo de todo. El movimiento revolucionario fue diezmado de mala manera. Lo que vemos en la actualidad es el resultado de un enfrentamiento desigual, políticas tácticas equivocadas, desconocimiento de nuestra realidad, y por supuesto, una visión dogmática del mundo.
La ofensiva
capitalista; los errores de los revolucionarios y comunistas, quitaron, en
forma momentánea, brillo y esplendor a la palabra revolución. En la actualidad,
no es atractivo para los jóvenes. Los capitalistas lograron prostituir el
movimiento sindical; disminuyó el trabajo gremial en los centros productivos; y
en las universidades, escuelas y barrios, la revolución fue desplazada con la
indiferencia. En fin, se produjo una desbandada crucial.
En consecuencia, se ha incrementado una militancia, independiente, revolucionaria y comunistas, sin estar organizado en partidos o grupos
políticos; es una realidad que no debe ser soslayada. Su cantidad es
impresionante. Conservan la conducta sentimental de una constelación de hombres
y mujeres que lo entregaron todo por la revolución y la patria. Pero es una
generación que va de paso, permitiendo a una nueva que hay que trabajar de
manera muy diferente.
A pesar de todo, el sentimiento revolucionario y comunista, existen. Está intacta la motivación fundamental: echar para bajo este sistema capitalista de explotación y desigualdades; de miseria, sangre y muerte. Es lo que los mantienen cerca de la revolución. Amerita acercarse a ellos para aprovechar sus experiencias. No dejarlos sueltos, que se pierdan en el llamado de la buena vida, entregado al capital como su salvador.
¹ Censo1970 Población y Familia, Oficina Nacional de Estadística.
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